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Con Michoacán seco, el pasado emerge del lodo

Michoacán está lleno de tesoros ocultos que, por diversas causas, incluso hasta ahora han pasado desapercibidos para los propios habitantes de la entidad.

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

Michoacán está lleno de tesoros ocultos que, por diversas causas, incluso hasta ahora han pasado desapercibidos para los propios habitantes de la entidad. Los conflictos, el proceso electoral y las malas nuevas son tan cotidianos, que poca atención se presta a los vestigios de otros tiempos, que hablan de otro Michoacán, de otras situaciones sociales e incluso de otros michoacanos.

Así, con la sequía que hoy azota a todo el país, y que incinera campos y terruños, empiezan a emerger ruinas e iglesias hasta ahora bajo el agua, las que forman parte de los grandes atractivos turísticos con los que cuenta el estado.

Tales joyas históricas se localizan desde Pátzcuaro hasta Churumuco, incluida Lombardía y hasta la presa de Cointzio (que aplaca la sed de la capital Morelia), donde los habitantes de las localidades han tejido una serie de historias y mitos que hoy llenan de misterio las viejas construcciones, pero cuyos restos relatan una historia de la cual los michoacanos tienen por qué sentirse orgullosos.

Vestigios desconocidos

Los focos rojos de todo el país están encendidos debido a la sequía extrema que se ha dejado sentir desde 2020 y que se ha recrudecido a partir de 2023, hasta llegar a sequía intensa en este 2024; de manera justificada, la preocupación va creciendo en la medida que los embalses se van replegando. Muchos de ellos son ahora únicamente tierra cuarteada o meros charcos de lodo.

En las inmediaciones de Morelia se encuentra la imponente presa de Cointzio, la cual tiene una longitud de aproximadamente cinco kilómetros, limitando al norte con la ciudad de Morelia, al sur y sureste con el parteaguas de la cuenca del Río Balsas; al sureste con la cuenca del Lago de Zirahuén y al oeste con la cuenca del lago de Pátzcuaro.

Fue entre los años 1936 y 1940 que fue construida, por ello, la infraestructura tiene una cortina cuya altura es de 46 metros, con longitud de 300 metros y 8 metros de ancho en la parte superior, esto de acuerdo con la International Commission On Large Dams (ICOLD, en 2019).

El propósito de su construcción fue para el beneficio de la población, por ello entre los objetivos se propuso para ser utilizada para riego de áreas de cultivo, dotar de agua potable a Morelia, uso recreativo, generar energía eléctrica y control de avenidas.

Sin embargo, debido al cambio de uso del suelo a los alrededores, sequía y a la deforestación, el cuerpo de agua hoy por hoy registra una notable disminución.

Existen reportes de que desde el año 2008 ya se detectaban efectos por la erosión del suelo, por presencia de aguas negras pertenecientes de zonas urbanas, productos industriales como también agroquímicos, por ello, la presa ha bajado en su nivel de agua desde hace poco más de 15 años.

Este cuerpo del vital líquido es, junto al manantial de La Mitzita, de los principales para el abastecimiento de agua para las colonias de la ciudad de Morelia, por ello, su disminución representa un riesgo para contar con el servicio de agua potable. Ambos abastecedores suman casi un 70 por ciento del agua para la población.

En noviembre de 2023, se indicó que la temporada de lluvias en Michoacán no logró recuperar el nivel de su capacidad, y hoy se encuentran a tan solo el 30 por ciento de su capacidad, a la espera de las ansiadas lluvias.

El retiro del agua derivado de la desecación, además de alarma, ha despertado asombro, puesto que los terrenos ahora secos muestran acción humana hoy olvidada: cercas, potreros, basamentos de viviendas y hasta caminos ya intransitables que son recorridos en estas semanas por las nuevas generaciones, ignorantes de su existencia y de la historia que las aguas cubrieron a mediados del siglo pasado.

Pocos saben que la cuenca de Cointzio albergó por muchos años ladrilleras que abastecieron de este material de construcción a la creciente Morelia. Los tabiques que hoy hacen sus paredes salieron de las inmediaciones de Uruapilla hace 70 años; desafortunadamente, la obtención de la arcilla que se requería para elaborarlos terminó por erosionar los terrenos, que además eran cocidos con la quema de la madera que talaron de los árboles de las laderas, actividades que terminaron por hacer más agudos los daños por la sequía de los últimos años a este importante embalse.

El seco lago de Pátzcuaro

El emblemático lago que marca las fronteras del reino purépecha también tiene mucho qué decir ahora que las altas temperaturas han bajado sus niveles; en medio de la polémica acerca de si la isla de Janitzio ha dejado de serlo o que los peces blancos que antes colmaban sus aguas ya desaparecieron, o del intenso huachicoleo del agua para el riego de huertas o cultivos no autorizados, el lago también tiene una larga historia que contar.

Al bajar las aguas, ahora han aparecido petroglifos que enriquecen el conocimiento de la historia de los añejos señoríos purépechas. Caminando por las nuevas playas lacustres, junto con potreros y cimientos de viejos muelles que antes estaban sumergidos, se pueden observar rocas que fueron cinceladas para asemejar mapas, constelaciones o la misma historia de los pueblos tarascos.

Cabe recordar que el único indicio que existe para tener una idea acerca de la fundación de Pátzcuaro se encuentra en la famosa “Relación de Michoacán” rendida al Virrey Don Antonio de Mendoza.

En ella se sostiene que los caciques chichimecas Páracume y Vápeani los segundos hijos de Curátame, nietos del primer Vápeane, bisnietos del primer Páracume y tataranietos de Sicuracha, encontraron asiento para su tribu en el barrio de Pátzcuaro llamado Tarimichundiro; aquí iniciaron la construcción de sus templos o cúes, en un lugar donde había cuatro rocas juntas, ya que el número cuatro era sagrado para ellos, pues representaba los cuatro puntos cardinales y las cuatro estrellas de la constelación Cruz del Sur, a la que veneraban. Esta tribu, tiene su comienzo histórico en Iré-Ticáteme, cacique en Zacapu, lugar del cual emigraron.

Aunque la Relación señala que los fundadores de Pátzcuaro fueron caciques chichimecas, no pone en claro la fecha que tuvo lugar la fundación. Sin embargo, se ha fijado la fecha de 1360 para señalar la muerte de Parácume y Vápeani, por lo que se supone que la fundación de Pátzcuaro debe haber tenido lugar alrededor del año 1324.

En esta época habitaban el lago y sus alrededores tres grupos indígenas que continuamente estaban combatiendo, uno era llamado los coringuaro, otros “los isleños” y el tercero los chichimecas.

Estos últimos reconocían como el cacique antiguo a Iré-Ticáteme, y tenían como deidad principal al dios Curicaveri y a la diosa Cuerápari.

El reinado tarascó se inaugura con Tariácuri, primer cacique a quien se aplicó el título de Caltzontzin, equivalente al de monarca, esto se realiza en Pátzcuaro; de esta manera, la localidad se convierte en la primera capital de los tarascos. Tariácuri, fundador del imperio tarasco, dividió a la región en tres señoríos Ihuatzio, Tzintzuntzan y Pátzcuaro.

En este último lugar lo encomendó a Hiquigare, quien murió sin tener descendencia, en virtud de lo cual el poder se concentró en Tzintzuntzan, que pasó a ser la nueva capital tarasca, quedando Pátzcuaro como centro ceremonial y lugar de recreo.

La sequía podría haber abierto el telón para corroborar lo que fue escrito en una Relación post hispánica, pues los antiguos petroglifos podrían ser de la época de la fundación de Pátzcuaro.

Las Pintadas

Aunque el principal objetivo desde su creación fue abastecer de agua a los campesinos de la región, actualmente la Presa Centenario de la Revolución “Francisco J. Múgica” también genera electricidad, con la mira de incrementar la producción si es que la sequía lo permite.

Con casi 15 años de existencia, el embalse se ubica entre las ciudades de Apatzingán y Nueva Italia, lugar con una inmensa riqueza arqueológica y una historia que se remonta a antiguos pueblos nahuas emparentados con los habitantes de la región de Colima y Jalisco.

Si bien los purépechas nunca se asentaron en la región, existen evidencias de un nutrido intercambio mercantil con los habitantes de las regiones altas. Es de destacarse que en una de las barrancas talladas por viejos ríos que desembocaban en el majestuoso río Tepalcatepec, existe la más nutrida representación del accionar de los viejos pueblos nahuas que cronológicamente se podrían ubicar hacia el año 1000 D.C.

Paredones enteros muestran los pictogramas que han sido cubiertos por el agua de la presa Francisco J. Múgica, conocidos por los lugareños, pero desconocidos para la sociedad en general y únicamente estudiados en 1981 gracias al proyecto arqueológico Gasoducto auspiciado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, cuyos registros hoy se llenan de polvo en las bodegas del INAH. Esas muestras de arte antiguo hoy siguen siendo conocidas como “Las Pintadas” y gracias al retiro de las aguas, nuevamente pueden ser visitadas por los interesados en las viejas culturas.

Aguas bendecidas por la Independencia

Para finalizar, surge majestuosa la iglesia de Churumuco, de muy reciente desaparición, pues fue en 1965 cuando se cubrió con las aguas de la presa del Infiernillo. ¿Qué es lo destacado de esta construcción? Que fue aquí donde ofició el cura José María Morelos y Pavón en 1813.

La iglesia, que se construyó poco antes de 1800, es decir, en el siglo XVII, se hundió debido a que en el gobierno de Lázaro Cárdenas se instaló la citada presa, lo que ocasionó que tanto el templo como el pueblo que la rodeaba quedaran bajo el agua. Su nombre original es Parroquia de San Pedro Apóstol.

Su campanario y la parte más alta de lo que fuera el acceso principal, son los únicos elementos arquitectónicos que aún prevalecen fuera del agua. 

El Infiernillo es el nombre de la presa que ocasionó que al día de hoy, la iglesia luzca como una construcción ajena a nuestro país, ajena a toda lógica constructiva y ajena por supuesto al paisaje.

Desafortunadamente, en este caso, el gobierno responsable no hizo más que construir para destruir, se olvidaron de los pobladores y de devolver, aunque sea un poco de todo lo que ya tenían en sus respectivos poblados.

El pueblo de Churumuco era célebre por su producción de cobre, metal empleado para fabricar los famosos cazos de Santa Clara, y por su ubicación estratégica, ya que se encontraba junto al río Balsas, que lo separa del estado de Guerrero.

Debido a la riqueza pluvial de la zona, en 1965 en ese sitio se construyó la Presa de Infiernillo, razón por la que todo el pueblo fue quedando bajo el agua; del templo, normalmente sólo sobresale la torre campanario, que consta de dos niveles, parte del frontispicio y una ventana, todo pintado de rojo.

En épocas de lluvias, el templo puede ser observado de cerca, ya que hay servicios de lanchas. Si el turista lo desea, puede descender del bote y permanecer por unos momentos sobre los vestigios que quedan de la iglesia; no obstante, desde la sequía de 2023 y la de este 2024, la iglesia de San Pedro Apóstol en Michoacán ha emergido completamente.

El agua se retiró de cada uno de estos embalses, dejando un mal sabor de boca por la causa de ello: la inclemente sequía, pero al mismo tiempo ha abierto las puertas para conocer una historia que nos era desconocida.

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