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Editorial| ¡México despierta!

Esta elección en particular será uno de los puntos de inflexión más importantes que el país ha enfrentado en las últimas décadas

Durante el último estirón para llegar a las urnas electorales el 2 de junio, cuando se llevará a cabo una jornada histórica desde donde emanará la primera presidenta de México, se puede observar que no son sólo anuncios, vallas publicitarias y basura en las calles; las elecciones presidenciales de 2024 son mucho más que un mal uso del dinero de los mexicanos.

Esta elección en particular será uno de los puntos de inflexión más importantes que el país ha enfrentado en las últimas décadas, pues en México existe una constante batalla entre ideas sobre el camino que debería tomar el país, pero algunas están sesgadas por la pasión o, como dicen, “por el chip de cada quien”.

Pero más allá de la pasión de criticar por criticar o animar por animar desde cualquier bando, se debe tener en la mira y estar atentos acerca de si los candidatos sí ofrecen visiones distintas que reflejen no sólo la diversidad de la política, sino también la realidad que tendrán que enfrentar los votantes.

En medio de lo que más parece ser un ring de boxeo y al calor (literal) de las elecciones, hay cuatro pilares que se deben entender bien antes de salir a votar el venidero 2 de junio: seguridad, beneficios sociales, educación y economía.

El primero, desde el inicio, ha enfrentado un dilema: el de “abrazos y no balazos”, estrategia de seguridad simbolizada por un lema que suena más a un mal chiste, pues está de cara a la realidad del innegable incremento en los niveles de violencia. La necesidad de reevaluar esta postura es evidente y candidatos como Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez presentan propuestas divergentes que ilustran este punto crucial. Mientras Sheinbaum apuesta por la continuidad, Xóchitl propone una “desmilitarización” paulatina del país y una mayor inversión en la policía y la justicia, marcando un claro contraste en la visión de seguridad nacional.

Es evidente que una mayor participación del ejército en la lucha contra la delincuencia, cuando se realiza dentro del marco del respeto a los derechos humanos, puede ser una herramienta vital y esto no sólo es una cuestión de enfrentar a los criminales, sino también de restaurar la paz y la seguridad en las comunidades asediadas por la violencia, pero lo anterior resulta una utopía cuando se afirma que, si bien han aumentado los asesinatos, “ha disminuido la violencia”, todo un contrasentido.

En cuando al debate sobre los beneficios sociales, tema que ha estado en la mesa de discusión de todas las plataformas electorales, los principios de solidaridad y subsidiariedad deben guiar el camino. La primera llama a apoyar a aquellos en situaciones vulnerables, mientras que la subsidiariedad enfatiza la ayuda que permite a las personas y comunidades desarrollar sus capacidades sin crear dependencia y es aquí cuando se nota más la divergencia de los actores políticos, pues sin un padrón claro de beneficiarios, los programas sociales hasta ahora han sido utilizados (como ha ocurrido en este sexenio), como herramientas para comprar votos en lugar de ser verdaderos motores de cambio social.

El diseño e implementación de estos programas deben centrarse en empoderar a los ciudadanos, promoviendo su autonomía y participación activa en la sociedad, sin embargo, con un corte socialista de las dos candidatas principales, no se aprecia una propuesta que apunte a la generación de oportunidades sobre la repartición del dinero de los ciudadanos productivos.

Educación, el gran tema para la nación, porque en un mundo que se transforma rápidamente por la inteligencia artificial (IA) y otros factores, México debe preparar a sus ciudadanos para los desafíos del mañana. Las propuestas que se han escuchado desde 1999 de expandir el acceso a internet y computadoras, aunque necesarias, no son suficientes. La educación mexicana necesita una visión que abrace los retos tecnológicos preparando a los estudiantes, no sólo para usar tecnología avanzada, sino también para entenderla e innovar con ella.

Finalmente, el determinante factor económico, donde el modelo económico por el que México elija transitar tendrá un impacto duradero. La historia ha demostrado el éxito del libre mercado y el capitalismo en la promoción del desarrollo económico y la elevación de los estándares de vida.

Sin embargo, no se puede seguir ignorando el ataque al modelo económico actual. La construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y la cancelación del aeropuerto de Texcoco son la mejor muestra de que a Morena no le interesan ni las libertades ni el respeto a las inversiones. Con ese símbolo del autoritarismo inició el gobierno actual.

Además, aunque los dólares se encuentran relativamente baratos y este pareciese ser el único argumento en torno al éxito económico, el tipo de cambio no necesariamente se traduce en un aumento del poder adquisitivo para la mayoría de los mexicanos; al contrario, podría incluso ser perjudicial, ya que un dólar más barato puede afectar a las exportaciones y, por ende, al empleo en sectores clave de la economía.

Es en este entorno donde parece que muy pocos están dispuestos a cambiar sus opiniones y preferencias; el cuestionamiento es acerca de quién realmente llevará a México y a los mexicanos por un camino con futuro. De los candidatos no se puede esperar mucho más de lo que ya han expuesto; ahora la responsabilidad es de los ciudadanos, y los desafíos son de todos, se esté o no de acuerdo en cómo enfrentarlos.

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