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Índice Político| El poder, entre gerentillos y narquillos

¿Tenía razón Francis Fukuyama cuando en su libro sobre “El Fin de la Historia” decretó la muerte de las ideologías? Aquí, vaya que sí acertó.

Por: Francisco Rodríguez

¿Tenía razón Francis Fukuyama cuando en su libro sobre “El Fin de la Historia” decretó la muerte
de las ideologías? Aquí, vaya que sí acertó.
El PAN y el PRI perdieron sus identidades al coaligarse. Y ahora hasta en el Revolucionario
Institucional abandonan el liberalismo que, con el adjetivo “social” les endilgó Carlos Salinas de
Gortari.
Acción Nacional, vistos los últimos resultados electorales, ya no representa a las clases medias
informadas, católicas, con aspiraciones.
El que fuera hegemónico durante más de 70 años no encuentra a quien encarna, ahora que perdió
al sector obrero corporativizado en la CTM y luego de que abandonara al campesinado afiliado a la
CNC.
Morena es puro pragmatismo. Lo mismo se alía con los supuestos trabajadores que afilia el PT que
con los negociantes “fifís” del PVEM.
Sustenta una ideología de izquierda y, en sus dos primeros procesos presidenciales, los de 2018 y
2024, actuó como un partido catch all (escoba o atrapa-todo) que incurrió en desdibujamiento
ideológico y pragmatismo cuando participó en la coalición Juntos Hacemos Historia.
En los hechos, Andrés Manuel López Obrador es más neoliberal que Margaret Thatcher y Ronald
Reagan juntos.
Este desdibujamiento ideológico de los partidos políticos mexicanos sucede porque las últimas
décadas han sido escenario de la gran paradoja de la política decadente: mientras en los países
avanzados llegan los gerentillos al poder, en los países emergentes y pobres arriban los narquillos.‎
Y es que, desde que John F. Kennedy nombró a un ejecutivo de la Ford Motor Company, Robert S.
McNamara, como titular del Pentágono, el mundo ya no fue el mismo.
McNamara repitió con el ejecutor de Kennedy y jefe de la banda, Lyndon B. Johnson‎ y fue el
responsable de conducir a los gabachos a su ridículo más sonado frente a los indefensos “pies
desnudos” vietnamitas. Se dijo que su máquina de pensar sólo sumaba costos, ganancias y
bombas, sin previsión política. Había llegado la tecnocracia a tomar las decisiones.
Peor aún, cuando en los inicios de la formación de la Comunidad Económica Europea, un
tecnócrata de cepa, Valery Giscard d’Estaing, ministro de finanzas de Georges Pompidou, se
afianzó en el poder francés, en favor del neocolonialismo arbitrario y corrupto. Las revistas del
corazón se atiborraban con sus fotos aristocráticas y sus palos de golf.

John Kenneth Galbraith, que acababa de dejar la embajada gringa en la India, publicaba “El Nuevo
Estado Industrial” y anunciaba la llegada de los tecnócratas, a los que Henri Lefebvre llamaba
cibernantropos, la expresión más acabada del “último hombre”, largamente anunciado por el
inspirador de Adolf Hitler, Federico Nietzsche.

El pretexto de la calidad total

Helmut Schmidt arribó a la Cancillería alemana sustituyendo a Willy Brandt, y los setentones
Ronald Reagan y George Bush, egresados de Disney y de la CIA, respectivamente, implantaron en
el gabacho el concepto de la ingeniería de procesos en la política y el objetivo de la calidad total, el
resultado óptimo para el consumidor enajenado.
Los tecnócratas huehuenches, apadrinados en México por Carlos Salinas de Gortari, junto con
todos ellos, caían en el ridículo. Porque la única forma de implantar la calidad total en un país
miserable era a partir del avasallamiento.
Se trataba entonces de ejercer la violencia con calidad total en los procesos, matar sin admitir
reclamaciones porque se trataba de trabajos de excelencia, distribuir recursos y productos escasos
ante los hambrientos estirando los impactos de la mercadotecnia y la publicidad sin contenido
concreto.
Porque incluso todas las grandes corporaciones funcionaban en sus países de origen con el aceite
de la corrupción, los engaños, traiciones y pasiones humanas. A la NASA le reventaban los cohetes
en las plataformas de lanzamiento por falta de inversión en su construcción y mantenimiento. A
las petroleras se les suicidaban los gerentes por descubrirles oscuros nexos con la Casa Blanca.
“Dormir” al consumidor mexicano era lo más fácil. La clase política, ávida de engancharse al Primer
Mundo, era fácilmente engañada por las teorías rostownianas que recomendaban agotar
puntualmente todas las etapas que habían seguido los países industriales para llegar al fracaso.
Cuando los diseñadores ideológicos del librecambio y de los mercados abiertos, del imperio
desnudo de la ley de oferta y demanda sin árbitros, abandonaron sus propias recetas desde hace
30 años, acá en el rancho grande los mandarines se peleaban para aplicarlas antes que sus
adversarios. Como no sabían ni madre, creían que gobernaban con ideas nuevas.
Así pasa con la economía, igual con los expertos administradores que programan, escriben y
pontifican sobre el advenimiento de mundos mejores con los criterios tecnocráticos, cuando ya
todos abandonaron esas concepciones. Las lógicas transnacionales ahora dependen de los
culiempinados criollos, no de su propia expansión.

¿A la Presidencia llegó un narquillo?

Está demostrado ad nauseam que los empleos, la vitalidad de la industria agropecuaria, de su
planta fabril, del comercio exterior y del turismo gringo, depende estructuralmente del mercado
de compradores mexicanos, aunque éstos no lo sepan, o aun sabiéndolo no lo quieran aceptar.‎
Somos de los dos grandes consumidores de sus saldos y basuras transnacionales.

Para los gerentillos gringos en el poder, una computadora es más eficiente que un político, así
como la gerencia tecnocrática se halla muy por encima de la política corrupta y primitiva. La
paradoja es que los estropicios de los técnicos siempre necesitan de los políticos para barrer la
casa, para revertir los daños, para calcular los costos.
La realidad moderna es que los gobiernos empresariales son incompetentes porque están
manejados por gerentillos que no abonan el valor humano en la expansión de ninguna empresa
económica, social o política. Sólo se adaptan a un formato, obedecen a ciegas órdenes superiores.
Así pasa con Donald Trump. Ahora que se airea el pantanal en el que se metió durante su campaña
por la Presidencia, lo mismo que durante y después de su estancia en la Casa Blanca, debería ser
absolutamente indefendible ante un Congreso y un Poder Judicial vejados y abandonados a su
suerte en las manos de un desquiciado. Pero ya ve usted, la Corte le ha dado total inmunidad e
impunidad.
‎No saben medir la dimensión humana. Los pobres entes se distinguen por sus miserias, olvidos,
vacilaciones, emotividades, placeres, angustias, locuras, vacilaciones. Pero nada se puede
construir descalificando y oprimiendo las flaquezas humanas.
La política, está comprobado, no se mide en términos de eficiencia y mucho menos de tecnología.
El manejo político, la capacidad de medir los rebotes y los tiempos, dimensionar las oportunidades
y decidir sobre las opciones para remediar el sufrimiento humano, son sólo del‎ reino de este
mundo.
No se conseguirán acá en el rancho grande ni con más globalización, ni con más tecnocracia,
porque seguir por este camino conduce a las cavernas de los amigous del Norte, en lo comercial,
energético, migratorio, militar, diplomático y de seguridad. Si es lo que queremos, vamos mejor
pidiendo la anexión y asunto concluido.
Dejemos de pensar en que el genio está en la sensibilidad, en ningún otro lugar, como dijera
Charles Baudelaire. Empeñemos de nuevo la Patria y sus requiebros nacionalistas, entreguemos
todo al verdugo, al derroche, la corrupción y la extravagancia. Olvidemos honestidad, frugalidad,
decoro y dignidad mexicana. Seamos un Estado asociado.
‎¡Qué bueno, pues, que no se cerró el círculo!
¡Qué bueno que a la Presidencia no llegó un gerentillo!
¿Será entonces que llegó un narquillo?

Indicios

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) celebró su vigésimo cuarta Asamblea Nacional en la
cual, no sólo se aprobaron cambios a los Estatutos, sino que también se realizaron autocríticas a la
Declaración de Principios y revalorización del Programa del Partido por lo que se decidió “expulsar
al neoliberalismo”. Durante su discurso el líder del tricolor en la Cámara de Diputados, Rubén
Moreira Valdez, aseguró que adoptar dicha corriente de pensamiento los alejó de los grupos
sociales, los cuales habían representado desde su fundación y como herederos de la revolución. *

* Y por hoy es todo. Mi reconocimiento a usted que leyó este texto hasta este punto. Como
siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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@IndicePolitico
@pacorodriguez

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