Por: Javier Roldán Dávila
El gremialismo mal entendido, da origen a la impunidad
El presidente López Obrador fue lapidario en la ‘mañanera’ del martes, cuando habló sobre el tema de la represión en Totalco: “estamos informados desde que ocurrieron los hechos, no debió actuar así la policía del estado (de Veracruz)”.
No obstante, actuó así. Ya que el gobierno de Cuitláhuac García ha tenido una monumental incapacidad para hacer política y construir consensos, lo cual provoca que en lugar del diálogo, se utilicen los toletes y las balas.
Por ello, el homicidio de dos campesinos que protestaban por la contaminación que generan las granjas porcícolas Carroll, marcará de por vida a la administración del Cui. No hay posible reparación del daño, el dar dinero a los familiares de los fallecidos, no remedia la muerte de estos, se trata de un paliativo, típico de gobernantes que buscan comprar conciencias, además de líneas editoriales.
Queda claro que ni el presidente López Obrador, ni la futura presidenta Claudia Sheinbaum, van a condenar en público al góber sabadaba, sin embargo, tienen preciso (eso suponemos), que es políticamente incorrecto darle un cargo de primer nivel al susodicho, su imagen es tóxica.
Desconectado del quehacer de sus subordinados, el mandatario nunca imaginó que mientras él guisa, chapea o publicita sus tardes pasteleras, fuerzas policiacas estatales, reprimían al ‘pueblo bueno’ que, en teoría, es la principal preocupación de la 4T, por ello, el terrible hecho es injustificable.
Su desdén, lo terminará devorando.