Por: Javier Roldán Dávila
En esto de las castas, no es lo mismo barba de encomendero que piocha medio tupidita
Gerardo Fernández Noroña ha militado en la izquierda toda su vida, su pertenencia a determinado partido, ha sido para tener un trampolín y acceder a una posición legislativa.
Terco, es un radical extremista, su insistencia en algunos temas lo han llevado a convertirse en un dolor de costado para algunos. Zedillo y Fox, han padecido sus ataques, Felipillo le debe, en gran medida, la fama de ser aficionado a las bebidas espirituosas.
Sin embargo, la metralla verbal de Noroña, siempre lo ha ubicado como un outsider, su presencia suele ser molesta aún para sus propios compañeros o, para decirlo de forma clara, se ha ganado a pulso, el ser calificado de ‘golpeador’, sus interminables pleitos en Tribuna, entrevistas en medios y las redes sociales, así lo confirman.
Militante de base, ha tenido una carrera destacada por sus méritos, sin embargo, nunca ha entendido que la urbanidad política es una herramienta indispensable para transitar por las elites del poder, una cosa es el mitin y otra la construcción de consensos en las cúpulas.
Su izquierdismo exacerbado (considerado por Lenin la enfermedad infantil del comunismo), se ha convertido en la barrera infranqueable del petista, no llegará más lejos, a lo que debemos agregar que en la 4T, también hay clases y muchos consideran que a don Gerardo le hace falta eso, precisamente, clase.
Ya lo dijo la señora: en su momento, hablaré con él… o sea mi Gerardo: no pierdas la maravillosa oportunidad de permanecer callado.